Caso de éxito afectado recuperado de TOC Relacional desde Perú

Testimonio de afectado recuperado de TOC Relacional con terapia vía online desde Perú

Tengo 37 años, casado hace 5 años. Hace una semana que me dieron de alta de la terapia, y quería contar un poco cómo se desarrolló mi TOC relacional para así poder ayudar a quienes en este momento la pueden estar pasando mal. Sí estás leyendo estas líneas, es porque quizás estás experimentando el miedo más horrible que quizás uno puede vivir, pero déjame decirte que se puede mejorar y mucho con la ayuda de Alejandro y su equipo. Créeme, de corazón, aunque de repente en este momento te veas en un callejón sin salida.

Todo comenzó en abril del año pasado, de la manera más extraña. Venía de unos meses bastante estresantes en el trabajo, y estaba muy enfocado en alcanzar unos objetivos personales. De pronto, un sábado por la noche estaba viendo televisión con mi esposa, y ella comenzó a cantar. Sí, cantar. Como en ese momento solo quería descansar, me pareció muy fastidioso escucharla (aparte que canta mal 😊 ). Entonces ella cantaba, y en mi mente solo me decía “que se calle, que quiero ver la televisión”. A ese pensamiento vino otro, “espera, a mí nunca me disgustó que cante o haga alguna otra tontería”; al que siguió “¿será que la estoy dejando de querer?, y ¡boom! El TOC explotó en mi cara: me encontré saltando de pensamiento en pensamiento, y, lo peor, con una sensación de miedo terrible en todo el cuerpo.

A la mañana siguiente las mismas preguntas: ¿Será que de verdad la quiero? ¿Ya no me gusta? O, lo que es peor, ¿nunca la quise? Una y otra vez dándole vueltas a las ideas hasta tratar de encontrar una verdad, una verdad que me satisfaga. Esa semana puedo decir que fue la más horrible de mi vida. Antes he padecido de enfermedades en el cuerpo, con dolor crónico y malestar general de meses, y pensaba que era lo peor. Pero lo que he vivido con el TOC supera cualquiera de esos padecimientos. No se me notaba en mi apariencia, pero por dentro viví el verdadero infierno.

Desde ese instante, si algo me hizo sufrir mucho con esto del TOC, fue que no podía ni mirar a la cara a mi esposa. Era como si algo me impulsara a estar analizándola al milímetro. Si no era algo físico, algo de su manera de ser, pero el más mínimo detalle de ella me podía generar una angustia atroz. Las 24 horas del día con las piernas doliéndome de miedo. No disfrutaba ya del tiempo con ella como antes, porque toda nuestra relación estaba sometida a una exhaustiva evaluación en mi cabeza. Los días más duros la sentía como si fuera una desconocida, otra, y con ello preguntas y preguntas, y respuestas por todas partes. La locura.

Dentro de todo lo mal que la estaba pasando, algo no me terminaba de cuadrar: ¿Cómo es que dejé de querer a mi pareja de un día para el otro? Con todas las dudas que tenía en ese momento, esta pregunta siempre estaba por ahí rondando, a veces para tranquilizarme, a veces para angustiarme más por no saber qué rayos me estaba sucediendo, y por qué ahora estaba tan preocupado por la relación con mi esposa. Todo muy ¿sospechoso?

Pasada esa semana en la que sabía que algo no estaba bien, entre las tantas búsquedas que uno hace en Google en plena crisis, me debió salir esto del TOC. Comencé a explorar un poco de qué se trataba y, efectivamente, muchos testimonios coincidían con mi caso. Me sentí identificado con todos los síntomas del TOC relacional, y fue que de inmediato pedí ayuda. Le escribí a Alejandro, y me asignaron a Mariela , la Psicóloga más dura del Oeste (jeje, con cariño, Mariela 😊).

Les confieso que yo en la Psicología no creí nunca. Entonces, aparte de estar con todas las dudas del TOC, de todos los miedos con respecto a mi matrimonio, ahora me encontraba en medio de algo que no quería hacer, que era una terapia (“¿Quién necesita una? Son medio tonterías esas cosas”, me decía), pero quien pasa por un TOC sabe que uno, en esas circunstancias, sencillamente ya no puede más, y necesita que lo rescaten de afuera, necesita de ayuda especializada. Cuando comencé la terapia con Mariela, recuerdo que le dije en la primera sesión, aguantándome el llanto, que no sabía a dónde iba con todo esto, que prácticamente me ponía en sus manos. Tocaba soltar.

Para las primeras sesiones entraba muy desconfiado. Pero comencé a creer en la terapia conforme Mariela iba describiendo a detalle, uno a uno, mis síntomas, tal y como yo lo experimentaba. A veces me sorprendía cómo podía desentrañar o anticipar ideas que, de verdad, en poca o gran medida, estaban ahí, molestándome en mi cabeza. Fue así que comencé a creer más en que esto del TOC es una condición, que tiene sus características, una ciencia que lo estudia y, gracias a Dios, una forma de abordarlo.

El trabajo con las exposiciones fue algo difícil al principio, pues ves de cara todos tus miedos. En mi caso, mis miedos se reflejaban físicamente en las piernas, al punto de que hubo exposiciones en las que terminaba con un fuertísimo dolor en las extremidades. Ah, y recuerdo también lo que pensaba en las primeras sesiones. “¿O sea que cerrando los ojos y pensando en mis obsesiones ya se me va quitar esto? ¡No hay forma!… ¡En qué me he metido!… ¡Mi dinero!… blablabla. Amigo, créeme; parece irreal, pero la terapia da resultados.

Para la segunda o tercera sesión ya pude conocer por dónde iban los tiros, como se dice. Ya veía cómo se iban, digamos, “gastando” los pensamientos obsesivos hasta el punto de no molestarme. Ahh, pero el buen TOC aparecía de nuevo para decirme “ya superaste este pensamiento, uy pero el otro sí no se puede. Ese sí es real”. Y así sucesivamente. Cada pensamiento nuevo a trabajar me parecía invencible, más fuerte que el anterior. “Ese sí no va a bajar”, me decía, refiriéndome a su intensidad. Pero ¡oh, sorpresa! conforme me iba exponiendo ese pensamiento corría la misma suerte que todos los otros. Al ver que de esto se trataba, ya tenía más confianza en hacer las exposiciones, y más valor para hacerle frente a las ideas obsesivas.

Y este, puedo decir, en síntesis, que ha sido el tenor de toda mi terapia. Ocho meses de duro trabajo. De la mano de Mariela aprendí a exponerme a mis obsesiones, a mirarlas una y otra vez hasta perderles el miedo, al punto de que si ahora me preguntan por algunas ya ni las recuerdo. Pero lo más importante es que con la terapia aprendes cómo se comporta el TOC; entonces uno puede ser mucho más consiente de cuándo está pensando de más, cuándo está yendo al pasado, cuándo se está enganchado al futuro, etc.; cosas que ya no solo ayudan para afrontar el TOC, sino para vivir mejor en otros aspectos de nuestra vida.

Habrá días malísimos, en que no creeremos en nada, ni en la terapia. Nos diremos que todo lo que pensamos es absolutamente real. Y ahí estaremos atrapados en el bucle otra vez. A mí me ayudó algo, y me decía: “así como tienes energía para tratar de desenredar el lío de tu cabeza, también podrías usar esa energía para seguir recorriendo el camino hacia la otra orilla, hacia un “después del TOC”. ¿Hay un después del TOC?”. En sí, pregunta irrelevante. A lo que te invito en este momento es a que te abras a la posibilidad de que sí puedes estar mucho, muchísimo mejor. Yo lo estoy.

Solo quiero terminar agradeciendo a Mariela por todo su profesionalismo y la paciencia. A Alejandro, que aunque no lo conozca, creo que sus videos en Youtube son de verdad un aporte importante para toda la comunidad TOC. Compartir conocimiento actualizado y de ese rigor académico en lo personal lo valoro mucho. Y, por sobre todo, a mi esposa, porque, una vez más, estuviste ahí cuando más lo necesité.

Y como decía el escritor argentino Leopoldo Marechal, siempre recuerda: “De todo laberinto se sale por arriba”.
Que todos estén bien.

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